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DomainsData.org: Parroquia Nuestra Señora de Fatima :: Inicio

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    Parroquia Nuestra Señora de Fatima :: Inicio
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    Sitio Web de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima en Armendáriz, Miraflores
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    Parroquia, Nuestra Señora de Fátima
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    parroquiafatima.org
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    Friday 24. May 2002
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    (Para ver la noticia completa, hacer click en el título) Queremos compartir con ustedes algunas fotografías de la Jornada de la Misericordia  que tuvo lugar en nuestra parroquia el domingo 21 de agosto de este año. Vivimos un hermoso momento con los niños de las Escuelas de la Paz de la Comunidad de Sant'Egidio - PERU. ¡Gracias al P. José Francisco Navarro SJ, a Liliana López - coordinadora de la Comunidad de Sant'Egidio, a nuestro párroco, el P. Carlos Cardó SJ, y a todos los que lo hicieron posible! Fotógrafa: Paola Navarro              
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    (Para leer el artículo completo, hacer click en el texto) En presencia de sus compañeros jesuitas, amigos y familiares, Anibal Oyola SJ fue ordenado presbítero este domingo 31 de julio en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, por la imposición de manos de Mons. Pedro Ricardo Barreto SJ, Arzobispo de Huancayo. Esta ceremonia coincidió con la celebración del Día de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, la cual fue celebrada también con una mañana deportiva y el tradicional almuerzo de jesuitas en el Colegio de la Inmaculada. Luego del almuerzo la comunidad se dirigió a Fátima para participar de la ordenación. El P. Anibal Oyola SJ ingresó a la Compañía el 2003, realizó su etapa de magisterio en Yamakai-éntsa del 2010 al 2011 trabajando en el Colegio Fe y Alegría “Valentín Salegui” como profesor, enfermero y coordinador de la pastoral. Estudió la Teología de la Pontificia Universidad de Chile e hizo su Maestría de Espiritualidad Ignaciana en la Universidad Pontificia de Comillas-España del 2015 al 2016. El P. Oyola celebró su primera misa el martes 2 de agosto a las 7:00 p.m. en la Iglesia Santiago Apóstol de Surco. Fuente: https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox/1564d7bb094e3dc2
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    (Para leer la noticia completa, hacer click en el título) El sacerdote jesuita Jorge Costadoat retoma su reflexión respecto a la última exhortación apostólica de Francisco, Amoris Laetitia, para esta vez enfocarse en lo que se expone sobre la relación entre sacerdotes y laicos. Recogiendo y revisando citas del documento papal intenta resaltar la inspiración por un intercambio horizontal, más fraternal, en lugar de la versión tradicionalmente vertical. Un clero que anuncie una experiencia personal del Evangelio, “en vez de recurrir a enunciados teológicos abstractos y a frases comunes”. ————————————————————————— Amoris Laetitia es un documento de enorme importancia. Permite mirar más allá del tema de la familia, en el cual se concentra. Me detengo en un punto. El Papa Francisco con esta exhortación apostólica replantea las relaciones entre los sacerdotes y los laicos. Hasta ahora estas relaciones han operado en una dirección vertical. Pero, desde que el Concilio Vaticano II subrayó la importancia del bautismo como el factor de unión entre los cristianos, estas relaciones han debido ser más horizontales, fraternales: los sacerdotes han tenido que orientar a los fieles en la medida que estén dispuestos a aprender de ellos, de sus vidas y de su experiencia de Dios. El Vaticano II nos ha recordado que el Evangelio es un testimonio entre personas antes que doctrinas con que adoctrinar. Y, precisamente, lo que se busca en la Iglesia hoy es un clero que anuncie una experiencia personal del Evangelio en vez de recurrir a enunciados teológicos abstractos y a frases comunes. El método que el Papa Francisco fijó para la ejecución del Sínodo señala un giro para el futuro de la Iglesia. El procedimiento de elaboración de esta exhortación papal comenzó con 39 preguntas que el Papa entregó al Pueblo de Dios por los medios de comunicación. No fueron preguntas retóricas. Tampoco interesaba a Francisco averiguar si los católicos sabían la doctrina. Lo principal fue oír lo que el Espíritu ha ido gestando en los católicos en el mundo actual, en esta época y en sus diversas culturas. Así, la autoridad eclesiástica se ha abierto a aprender para enseñar. Los obispos reunidos en el Sínodo han recogido las respuestas a estas preguntas y han procedido a pensar cómo volver a plantear la enseñanza tradicional de la Iglesia en términos actuales. Esta posibilidad se ha liberado justo allí donde Amoris Laetitia subraya la importancia de la libertad y del respeto de la conciencia de los fieles. Dice el papa: “Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (AL 37). Francisco ha reconocido que es un error que los sacerdotes quieran dirigir la vida de las personas. Ni ellos ni nadie debiera pedir cuenta a los fieles, por ejemplo, del método anticonceptivo que usan las parejas. El celo por la ayuda espiritual a las personas no puede legitimar una falta de respeto a sus conciencias. El Papa lamenta que los confesionarios hayan sido usados como salas de tortura (cf. AL 305). Algo parecido tendrá que ocurrir con los laicos que se encuentran en una situación matrimonial irregular y que desean participar plenamente en la vida de su Iglesia. No serán los sacerdotes los que han de autorizarlos. Estos han de acompañarlos en un discernimiento que acabará en una decisión en conciencia de los mismos laicos, sea para comulgar, sea para abstenerse de hacerlo. ¿Dónde se formarán los sacerdotes del futuro? ¿Cómo se hace para formar personas capaces de exponerse a las vidas ajenas más desagarradas y ofrecerles, a partir de la propia experiencia, procesada con la enseñanza tradicional de la Iglesia, una palabra nueva, genuina, espiritualmente liberadora, no culpabilizante, una palabra efectivamente orientadora? No se necesita sacerdotes más divinos, sino que su fe los haga más humanos. Lo que está en juego en última instancia es la trasmisión de la fe. Los jóvenes se han descolgado en una proporción muy alta de una Iglesia que trató a sus padres como niños. Ellos han nacido en una sociedad abierta, no siempre más adulta, inmadura bajo muchos respectos, pero más respetuosa de la libertad y de las búsquedas personales. No puede decirse que los jóvenes no sean capaces de una experiencia de Dios porque no quieren ser católicos. Ellos piensan que la Iglesia les es inhabitable por razones que no se pueden despreciar. Las relaciones entre sacerdotes y fieles han sido bastante infantiles. Donde no ha habido suficiente respeto a la libertad y al discernimiento de los laicos, laicos y sacerdotes no han podido crecer en su fe. El modo de elaboración de Amoris laetitia, y sus más valiosas conclusiones, augura el surgimiento de una Iglesia más adulta. Fuente: “Cristianismo en Construcción”. Blog del P. Jorge Costadoat SJ. http://blog.pucp.edu.pe/blog/buenavoz/2016/07/19/jorge-costadoat-sj-no-se-necesitan-sacerdotes-mas-divinos-sino-que-su-fe-los-haga-mas-humanos/
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    (Para leer el artículo completo, hacer click en el título) El mensaje del Evangelio es complejo. Interpretaciones parciales o simplistas pueden conducir a la estrechez y al fanatismo. Las grandes paradojas que existen en el corazón del cristianismo reflejan la riqueza religiosa y humana que ese texto encierra, pero hacen muy difícil su cabal comprensión. Un texto publicado en la revista Mensaje propone que la mayor de todas las paradojas es que el cristiano sostiene que el Creador se hizo hombre y así habitó entre nosotros. Sobre eso observa cómo una interpretación superficial provocó que en el pasado muchos se creyeran dueños de la verdad por sentirse discípulos de Jesús, y en la actualidad no impide una preferencia por lo material antes que el gozo espiritual, debido a que nos cuesta aceptar a Dios como Padre. ————————————————————————— Qué difícil es mantener el equilibrio y manejar el encuentro entre Dios y el hombre, entre lo grande y lo pequeño, entre el espíritu y la materia, entre la perfección y la debilidad, sin destruir uno de los polos o reducirlos a ambos a la mediocridad. San Juan dice en su Evangelio: “Al principio existía el Verbo y el Verbo se hizo carne”. Mucho se ha discutido sobre el sentido de esta frase. El Verbo es la palabra, la sabiduría de Dios, que al encarnarse no solo asumió una inteligencia y un espíritu humano, sino que tuvo un cuerpo material, que sintió hambre, cansancio y limitaciones, como todo cuerpo. Pero más importante aún es que ese Verbo encarnado fue profundamente “humano”: amó, lloró, tuvo compasión y cercanía con los débiles, y compartió con ellos la más humillante de las muertes. Pablo dice que se hizo esclavo y se abajó hasta la muerte en cruz. La paradoja es que a ese ser humillado se le dio un nombre sobre todo nombre y está sentado a la diestra del Padre. No es fácil vivir esta tensión constitutiva de la fe. El cristianismo ha estado siempre amenazado por visiones que rompen la riqueza de esa paradoja. Unos han visto en Jesús solo a Dios, y otros solo a un hombre. El deseo de perfección, la búsqueda espiritual o el ansia de radicalidad generaron a veces un espiritualismo desencarnado. La mirada trascendente hizo que muchos pensaran más en la otra vida que en esta, aunque Jesús anunció un reino que venía a este mundo trayendo los criterios del Señor. Sabiéndose discípulos de Jesús, algunos se creyeron superiores, dueños de la verdad y se encerraron generando exclusiones. Influencias platónicas, gnósticas, estoicas, llevaron a un desprecio de la materia, de la debilidad, del vulgo, que generó una moral y una espiritualidad de los selectos, que prefirieron el aislamiento, la mortificación y el ayuno a la fiesta de bodas… a cenar con publicanos. Hoy tenemos el peligro contrario. Preferimos un reino terrenal, sin atender a la trascendencia. Más que la piedad, nos interesan las luchas políticas y sociales. Preferimos el consumo al gozo del espíritu, nos cuesta aceptar a Dios como Padre. Qué difícil es asumir el cristianismo en su rica y paradójica realidad. Jesús, comprehensivo y paradójico, tuvo una preferencia por los marginados, pero formuló un mensaje de salvación universal. Cenó en casa de fariseos y publicanos. Sanó al siervo de un centurión romano y a la hija de una siriofenicia. Lo acompañaba la esposa del mayordomo de Herodes. Conversó con una samaritana. No deja de ser sorprendente que a la hora final, cuando todos lo abandonan, fueran a rescatar su cuerpo Nicodemo, un fariseo, y José de Arimatea, un rico. Necesitamos hoy un mensaje universal. El Evangelio nos ayuda a comprender que hay un solo lenguaje que genera cercanía respetando las diferencias; que puede ser común a Dios y al hombre… que humaniza a Dios y diviniza al hombre. Como lo ha recordado el Papa en este año, solo el lenguaje de la misericordia que nos hace más humanos soporta tanta paradoja y tanta complejidad. Fuente: Texto de Fernando Montes SJ. Publicado en la revista Mensaje. http://blog.pucp.edu.pe/blog/buenavoz/2016/08/19/para-enfrentar-las-paradojas-del-evangelio/
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    (Para leer el artículo completo, hacer click en el título) “Demasiadas personas viven encerradas en el rencor y nutren odio, porque son incapaces de perdón, arruinando la propia vida y la ajena en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz”. Lo dijo el Papa durante la meditación que pronunció en su visita a la basílica de Santa María de los Ángeles, en la Porciúncula, lugar clave de la experiencia espiritual de San Francisco. En el ámbito del Jubileo de la Misericordia, y en el octavo centenario del “Perdón de Asís”, el Pontífice argentino, que después de la meditación se puso a confesar a los fieles, subrayó que “la vía del perdón” puede “renovar a la Iglesia y al mundo”. El mismo día, antes de ir a visitar a los franciscanos, el Papa recibió en audiencia a los que participaron en el capítulo general de los dominicos, quienes también celebraban un octavo centenario, en este caso del reconocimiento otorgado por Papa Honorio III a la orden de los frailes predicadores. Les dió una sugerencia para la predicación: debe llegar a los corazones, siempre acompañada por el testimonio de vida cristiana y, especialmente, de la caridad hacia “la carne viva de Cristo”, representada en el pueblo de Dios. ————————————————————————— Luego de ofrecer su mensaje el Papa rezó en silencio durante 13 minutos en la Porciúncula, la pequeña capilla que San Francisco restauró hace 800 años -que hoy se encuentra adentro de la Basílica de Santa María de los Ángeles de la ciudad de la región de Umbria, en el centro de Italia-. Como había hecho la semana pasada en el campo de concentración de Auschwitz, en este lugar el Papa, sentado en una silla, oró concentrado, en silencio, más allá de las cámaras y las personas presentes. La historia cuenta que San Francisco de Asís restauró la Porciúncula después de haber tenido una visión mística en la cercana iglesia de San Damián, donde había escuchado una voz que desde el crucifijo le decía: “Francisco, Francisco, ve y repara mi casa”. El santo de los pobres entendió entonces que se trataba de la Porciúncula y la arregló. El lugar se convirtió luego en la cuna del orden franciscano y el Papa argentino quiso visitarlo -por segunda vez en su pontificado- para recordar el 800 aniversario del “perdón de Asís”, es decir, cuando el Papa Honorio III concedió, en 1216, la indulgencia a los fieles que visitaban el templo, a instancias de San Francisco. Aún hoy, todos los años, desde el mediodía del 1° de agosto hasta la medianoche del 2 de agosto, los fieles pueden obtener allí la indulgencia plenaria. Francisco, primer Papa que se atreve a llamar como el Santo de Asís -hijo de un rico mercader que se despojó de todo para estar del lado del pobres-, se trasladó desde el Vaticano hasta Asís en helicóptero a primera hora de la tarde. La visita, de tres horas, estuvo marcada por medidas de seguridad imponentes -debido al alerta por posibles atentados de raigambre extremista- y temperaturas de más de 30 grados. Después de rezar largo rato en la Porciúncula, el ex arzobispo de Buenos Aires pronunció una meditación sobre un pasaje del Evangelio de Mateo. Esta comenzó con una citación de una frase dicha por san Francisco: “Quiero enviarlos a todos al paraíso”. El Papa explicó luego que la vía maestra para el paraíso “es ciertamente la del perdón, que se debe recorrer para lograr ese puesto en el paraíso”. Pero “¡es difícil perdonar! ¡Cuánto nos cuesta a nosotros perdonar a los demás!”, reconoció, saliéndose del texto preparado. “Y aquí, en la Porciúncula, todo habla de perdón. ¿Por qué debemos perdonar a una persona que nos ha hecho mal? Porque nosotros somos los primeros que hemos sido perdonados, e infinitamente más. Como Dios nos perdona, así también nosotros debemos perdonar a quien nos hace mal. Exactamente como en la oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro”, remarcó Bergoglio. “Sabemos bien que estamos llenos de defectos y recaemos frecuentemente en los mismos pecados. Sin embargo, Dios no se cansa de ofrecer siempre su perdón cada vez que se lo pedimos. Es un perdón pleno, total, con el que nos da la certeza de que, aun cuando podemos recaer en los mismos pecados, él tiene piedad de nosotros y no deja de amarnos. Dios se apiada, prueba un sentimiento de piedad junto con el de la ternura: es una expresión para indicar su misericordia para con nosotros”, dijo. “El perdón de Dios no conoce límites; va más allá de nuestra imaginación y alcanza a quien reconoce, en el íntimo del corazón, haberse equivocado y quiere volver a él. Dios mira el corazón que pide ser perdonado”, insistió. Según el Papa, “el problema, desgraciadamente, nace cuando nosotros nos confrontamos con un hermano que nos ha hecho un pequeño entuerto”: “Cuando estamos nosotros en deuda con los demás, pretendemos la misericordia; en cambio cuando estamos en crédito, invocamos la justicia. Todos nosotros. Esta no es la reacción del discípulo de Cristo ni puede ser el estilo de vida de los cristianos”. Esta, explicó el Papa, “no es la reacción del discípulo de Cristo y no puede ser el estilo de vida de los cristianos”. Es decir, “limitarnos a lo justo, no nos mostraría como discípulos de Cristo, que han obtenido misericordia a los pies de la cruz sólo en virtud del amor del Hijo de Dios. No”. El Papa aseguró asimismo que el perdón del que hablaba san Francisco de Asís se ha hecho “cauce” en la Porciúncula, “y continúa a ‘generar paraíso’ todavía después de ocho siglos”. “En este Año Santo de la Misericordia, es todavía más evidente cómo la vía del perdón puede renovar verdaderamente la Iglesia y el mundo”, agregó. “Ofrecer el testimonio de la misericordia en el mundo de hoy es una tarea que ninguno de nosotros puede rehuir. El mundo necesita el perdón; demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque, incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás, en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz”, afirmó. “Pedimos a san Francisco que interceda por nosotros, para que jamás renunciemos a ser signos humildes de perdón e instrumentos de misericordia”, pidió. Acto seguido, fuera de programa, exhortó a los obispos y sacerdotes presentes en la basílica a ir a los confesionarios para ponerse a disposición del sacramento de la reconciliación, del perdón. Dando el ejemplo, él mismo se quedó en un confesionario durante una hora, confesando a 19 personas: un fraile franciscano, dos sacerdotes, 4 scouts, una señora en silla de ruedas y 11 voluntarios del servicio de la basílica. Después de saludar a algunos religiosos enfermos, antes de regresar en helicóptero al Vaticano, ante la multitud congregada frente a la Basílica, que lo vivaba, el Papa volvió a reiterar el mismo mensaje: “No se olviden, hay que perdonar siempre… Perdonar desde el corazón… Si nosotros sabemos perdonar, el Señor nos perdona. Todos necesitamos ser perdonados”. “¿Hay alguien entre ustedes que no necesita ser perdonado? Que levante la mano”, bromeó. “Todos los necesitamos”, dijo una vez más, despidiéndose, finalmente, con su clásico “por favor, no se olviden de rezar por mí”. Antes de Asís, el Papa se reúne con los dominicos Antes de ir a visitar a los franciscanos y la basílica papal de Santa María de los Ángeles, en ocasión del octavo centenario del “Perdón de Asís”, el Papa recibió en audiencia a los que participaron en el capítulo general de los dominicos, que festejan el octavo centenario del reconocimiento otorgado por Papa Honorio III a la orden de los frailes predicadores. “Hoy -dijo Francisco- podríamos describir este día como ‘un jesuita entre frailes’: porque por la mañana estoy con ustedes y por la tarde en Asís con los franciscanos; ¡entre frailes!”. En el discurso que pronunció en español a los dominicos, guiados por el maestro general Bruno Cadoré, el Papa elogió la tradición de la orden e indicó tres conceptos clave para la predicación, que debe llegar a los corazones, acompañada por el testimonio de vida cristiana y, especialmente, de la caridad hacia “la carne viva de Cristo”, representada en el pueblo de Dios, que tiene “sed” de una palabra de salvación. “Este octavo centenario -explicó Francisco- nos lleva a hacer memoria de hombres y mujeres de fe y letras, de contemplativos y misioneros, mártires y apóstoles de la caridad, que han llevado la caricia y la ternura de Dios por doquier, enriqueciendo a la Iglesia y mostrando nuevas posibilidades para encarnar el Evangelio a través de la predicación, el testimonio y la caridad: tres pilares que afianzan el futuro de la Orden, manteniendo la frescura del carisma fundacional”. Dios, dijo el Papa, “impulsó a santo Domingo a fundar una ‘Orden de Predicadores’, siendo la predicación la misión que Jesús encomendó a los Apóstoles. Es la Palabra de Dios la que quema por dentro e impulsa a salir para anunciar a Jesucristo a todos los pueblos”. Domingo dijo: “Primero contemplar y después enseñar”, es decir, añadió el Papa jesuita: “evangelizados por Dios, para evangelizar. Sin una fuerte unión personal con él, la predicación podrá ser muy perfecta, muy razonada, incluso admirable, pero no toca el corazón, que es lo que debe cambiar. Es tan imprescindible el estudio serio y asiduo de las materias teológicas, como todo lo que permite aproximarnos a la realidad y poner el oído en el pueblo de Dios. El predicador es un contemplativo de la Palabra y también lo es del pueblo, que espera ser comprendido”. Transmitir con mayor eficacia la Palabra de Dios, prosiguió el Papa, “requiere el testimonio: maestros fieles a la verdad y testigos valientes del Evangelio. El testigo encarna la enseñanza, la hace tangible, convocadora, y no deja a nadie indiferente; añade a la verdad la alegría del Evangelio, la de saberse amados por Dios y objeto de su infinita misericordia”. En este sentido, citando a Domingo (“Con los pies descalzos, salgamos a predicar”) y a Moisés (“Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado”), el Papa subrayó que “el buen predicador es consciente de que se mueve en terreno sagrado, porque la Palabra que lleva consigo es sagrada, y sus destinatarios también lo son. Los fieles no sólo necesitan recibir la Palabra en su integridad, sino también experimentar el testimonio de vida de quien predica. Los santos han logrado abundantes frutos porque, con su vida y su misión, hablan con el lenguaje del corazón, que no conoce barreras y es comprensible por todos”. Es por ello que “el predicador y el testigo deben serlo en la caridad. Sin esta, serán discutidos y sospechosos. Santo Domingo tuvo un dilema al inicio de su vida, que marcó toda su existencia: ‘¿Cómo puedo estudiar con pieles muertas (pergaminos, ndr.), cuando la carne de Cristo sufre?’. Es el cuerpo de Cristo vivo y sufriente, que grita al predicador y no lo deja tranquilo. El grito de los pobres y los descartados despierta, y hace comprender la compasión que Jesús tenía por las gentes”. Viendo a nuestro alrededor, concluyó Francisco, “comprobamos que el hombre y la mujer de hoy, están sedientos de Dios. Ellos son la carne viva de Cristo, que grita “tengo sed” de una palabra auténtica y liberadora, de un gesto fraterno y de ternura. Este grito nos interpela y debe ser el que vertebre la misión y dé vida a las estructuras y programas pastorales. Piensen en esto cuando reflexionen sobre la necesidad de ajustar el organigrama de la Orden, para discernir sobre la respuesta que se da a este grito de Dios. Cuanto más se salga a saciar la sed del prójimo, tanto más seremos predicadores de verdad, de esa verdad anunciada por amor y misericordia, de la que habla santa Catalina de Siena. En el encuentro con la carne viva de Cristo somos evangelizados y recobramos la pasión para ser predicadores y testigos de su amor; y nos libramos de la peligrosa tentación, tan actual hoy día, del gnosticismo”. El ejemplo de Santo Domingo, continuó, “es impulso para afrontar el futuro con esperanza, sabiendo que Dios siempre renueva todo… y no defrauda”. Fuentes: La Nación / Vatican Insider / Vatican.va http://blog.pucp.edu.pe/blog/buenavoz/2016/08/12/francisco-en-asis-el-mundo-necesita-perdon/
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    (Para leer el artículo completo hacer click en el título) En la Bula Misericordiae Vultus para la convocatoria del Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco define a la misericordia como “la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida”. En una reflexión de Félix Palazzi, publicada en el portal Teología Hoy, propone descubrir qué implica “mirarnos con ojos sinceros”, que permite un verdadero encuentro entre las personas y llegar a una comprensión de las historias de vida. Luego introduce el valor de la justicia y describe su vínculo con la misericordia, en el contexto de una realidad en la que muchos problemas producidos por la desigualdad y discriminación “se responden con indolencia y la indiferencia al otro, antes que la compasión”. Por último ofrece tres “criterios de discernimiento” que nos pueden servir de guía a la vida cristiana respecto a esa compleja relación entre justicia y misericordia. ————————————————————————— “Mirar” implica mucho más que “ver”. Mirar es ver intencionalmente algo o alguien. Se pueden ver muchas cosas, como normalmente hacemos, pero cuando miramos algo o alguien es porque queremos fijar nuestra atención o captar mejor los detalles. Cuando miramos la realidad, ella adquiere nuevos colores, significados e importancia. En medio de la agitación cotidiana, se hace siempre necesario detener nuestra mirada porque, de lo contrario, veremos mucho pero no seremos capaces de captar lo que realmente sucede en nosotros y en nuestro entorno. Hemos de admitir que muchas veces nuestras miradas no son sinceras. En ocasiones no vemos lo que no queremos. Como dice el dicho: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. De ahí la necesidad de mirar sinceramente, de mirar a la realidad tal y como ella es, y dejarnos cuestionar o interpelar por ella. Esa realidad que, muchas veces, aparece como incómoda y nos desconcierta o provoca. Pero para lograr esto, es necesario desarrollar la capacidad de mirarnos sinceramente los unos a los otros, discernir los modos como nos relacionamos y superar los prejuicios que nos separan. Como recuerda Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: –“El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo” (EG 88). Se trata, pues, de ir desarrollando en cada uno de nosotros “una mirada sincera que brote del encuentro con el otro”, del compartir sus dolencias e historias de vida. Esta invitación se nos hace en este tiempo llamado “Jubileo extraordinario de la Misericordia”. En esta frase aparecen dos palabras que pueden ser extrañas para nosotros y nuestro tiempo. Primero, se trata de un tiempo de “jubileo”. Segundo, en este tiempo celebraremos la “misericordia”. Reflexionemos brevemente sobre estas dos palabras. La primera palabra, “jubileo”, nos es extraña porque hemos perdido su significado. Lo hemos espiritualizado tanto que parece una práctica arcaica, esotérica o simplemente piadosa. A Israel también le pareció una práctica difícil. La celebración del jubileo obligaba al pueblo de Israel a dejar descansar la tierra y liberar a los esclavos cada 7 años. Esto se llamó el año sabático. Pero con el paso del tiempo, la ley sacerdotal expandió esta práctica a cada 50 años. A este tiempo se le llamó el año jubilar. La Iglesia católica lo ha fijado en cada 25 años, a excepción de los jubileos extraordinarios, como este. La finalidad del actual Jubileo es expuesta por Francisco con gran hermosura en la propia Bula: —“En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio” (Bula Misericordiae Vultus, n.15). La segunda palabra que queremos mencionar es “misericordia”. Al referirnos a la misericordia son mucho más complejos los equívocos. La misericordia suele confundirse con la lástima al necesitado o a quien se encuentra en situación de pena. También suele entenderse como aquel quien, desde una situación de supremacía moral o de poder, condona o se solidariza con alguien a quien considera en una situación inferior o de minusvalía moral. Para nosotros, pensar la misericordia es fundamental porque si tenemos que ser sinceros, la misericordia es lo central de la fe cristiana, ya que: –“la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Dios revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón” (Bula Misericordiae Vultus, n.6). La misericordia es, pues, mucho más que una lista de acciones que hay que cumplir para ser realmente misericordiosos (obras corporales y espirituales de misericordia). Se hace urgente, tal vez hoy más que nunca, meditar desde una mirada sincera algunos criterios que nos ayuden a entender la relación existencial de la misericordia en nuestras vidas. En especial en un año jubilar. Si el jubileo nos recuerda a la justicia, como reza la oración que hacen los Papas al abrir las puertas santas: “Ábranse las puertas de la justicia, entrando por ellas encontraré al Señor”; este jubileo extraordinario nos convoca en torno a la misericordia. Y es que la misericordia y la justicia son hoy, sin lugar a dudas, signos de los tiempos en una realidad cada vez más injusta y desigual, cada vez más fragmentada y excluyente. Donde la respuesta de muchos ante la realidad pareciera ser la indolencia y la indiferencia al otro, antes que la compasión. ¿Cómo, entonces, vivir, como cristianos comunes, esta compleja relación entre la justicia y la misericordia en medio de nuestra sociedad tan fragmentada?, ¿cómo “mirar sinceramente” nuestras vidas e historias personales desde la misericordia y la justicia? Quisiéramos ofrecer algunos criterios de discernimiento. El primer criterio es descubrir que “quien realmente ha sido tocado por la misericordia se hace misericordioso”. La misericordia no se trata de un voluntarismo o una lista de acciones que han de cumplirse cabalmente para poder ser misericordioso. Se es misericordioso cuando se experimenta en la propia existencia la misericordia. Vivir misericordiosamente tiene sentido y profundidad cuando se descubre a un Dios misericordioso. No somos misericordiosos con los demás para que Dios sea un día misericordioso conmigo. Valoramos la misericordia porque Dios es misericordioso con nosotros. Quien ha sido tocado por la entrañable misericordia de Dios se hace misericordioso en su existencia. Un día san Anselmo trataba de explicar a sus fieles por qué Dios había descansado al séptimo día. San Anselmo recordaba que Dios había creado el sol y las estrellas y no descansó, que había creado el cielo y los mares y no descansó. Sin embargo, cuando creó al hombre y a la mujer sí descansó, porque encontró a alguien a quien amar y perdonar. Esto expresa la íntima relación de Dios con el hombre y la mujer. Esto nos revela como la misericordia en Dios es un vínculo tan fuerte como el de una madre como el de un hijo. No hay ninguna ofensa que pueda romper este vínculo de Dios con todos los seres humanos. Mirar este vínculo y abrirse a él, es lo que permite vivir misericordiosamente y proclamar el anuncio alegre del perdón. No somos misericordiosos porque somos más poderosos, más perfectos o santos. Somos misericordiosos cuando hemos experimentado primero esta misericordia. Esto nos lleva a nuestro segundo criterio de discernimiento. En la Carta Encíclica Laudato Si, el Papa Francisco insiste, en repetidas veces y usando diversas expresiones, que “estamos todos unidos”. Esta insistencia es necesaria si entendemos que hoy más que nunca se nos impone pensar en un presente común y compartido. Que en todos los ámbitos “todos estamos relacionados de alguna u otra forma”. Para exponerlo en alguna forma más clara conviene recordar aquella anécdota judía del rabí que preguntaba a sus discípulos: –“¿Cuándo llegaremos a distinguir la luz de la oscuridad?” Y uno de sus discípulos le respondió: “cuando podamos distinguir entre una cabra y un asno”. “No”, contestó el rabí. A lo que otro discípulo respondió: “cuando podamos distinguir entre una planta de higos y otra de palma”. “No”, contestó de nuevo el rabí. Esto causó la incomodidad de sus alumnos, quienes dijeron: “dinos entonces la respuesta”. Y el rabí respondió: “No, hasta tanto podamos distinguir en el rostro de cada hombre y de cada mujer a mi hermano y a mi hermana. Sólo así puedo ver la luz, mientras tanto todo es oscuridad”. Lograr mirar en la claridad es lograr mirar en el otro a alguien que está profundamente vinculado a mí, porque, como recuerda Francisco: “Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres” (Evangelii Gaudium 178). Si vivo, pues, mi realidad personal desde la misericordia, entonces entiendo que no puedo excluir a nadie y que la única forma de ser fiel a mi verdadera existencia es colocarme al servicio de los demás. Un servicio que no es una buena acción que debo realizar para ganarme un premio o sentirme mejor con el mundo y los demás. Es un servicio que ha de brotar de nuestra propia manera de vivir porque no tenemos otra forma de vivir sino sirviendo al otro como a nuestro hermano. Vivir una existencia en y desde el servicio implica reconocer esta comunión fraterna entre todos y con todo. Un vínculo que se extiende incluso a todo lo creado. El servicio desde la misericordia borra la barrera entre el que sirve y quien recibe nuestro servicio. Desde la misericordia el servicio se convierte en un gusto común, lo cual se traduce en disfrutar del estar juntos y compartir el tiempo, y reconocernos necesitados los unos de los otros. Pero también, hoy más que nunca y en diferentes formas, se expresa esta necesidad de cuidado y servicio a lo creado, porque lo palpable de la unidad que nos vincula humanamente también compromete el futuro de las generaciones humanas. Un tercer y último criterio, para concluir, es que la misericordia tiene que ver la con justicia. Ser misericordiosos implica ser justos. Y ser justos significa restablecer los vínculos de unidad fraterna perdidos en los espacios fundamentales de nuestra existencia, como la familia y el trabajo. Si miramos sinceramente a nuestro entorno, reconoceremos que todos estamos unidos, que no podemos ser indiferentes ante la vida de los otros, ni ante nuestro propio futuro. Todos estamos vinculados: pertenecemos a una familia, a un vecindario, a una comunidad, a una universidad, a una cultura, etc. Ello nos llama a tratarnos justamente -y con justicia al otro y a todo lo creado-, porque mirar con sinceridad desde la misericordia es dejarnos interpelar por la realidad y por el rostro del otro. En especial, por aquel a quien nosotros pensamos o valoramos como menos importante, indeseado o lejano para empezar a relacionarnos y vivir humanamente. La misericordia, vivida desde la práctica de la justicia, es capaz de sanar nuestras dolencias, y… –“… allí está la verdadera sanación, ya que el modo de relacionarnos con los demás que realmente nos sana en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno” (Evangelii Gaudium 92). Estos criterios no son un buen deseo o meras aspiraciones sin asidero en nuestras realidades personales. Al contrario, reconocernos unidos, vinculados los unos a los otros, es la única forma de salir de nuestras oscuridades y empezar a vivir en la claridad que nos permita forjar un futuro común. –“¡No nos dejemos robar la comunidad!” (Evangelii Gaudium 92). Fuente: Texto escrito por Félix Palazzi. Tomado del portal “Teología Hoy”. http://blog.pucp.edu.pe/blog/buenavoz/2016/08/19/criterios-para-vivir-la-misericordia-mirar-con-ojos-sinceros/
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    (Para leer el artículo completo, hacer click en el título) El Papa nos enseña cómo confesarnos: 'Confesarse es ir hacia Jesús con corazón sincero' Tener la valentía, delante del confesor, de llamar a los pecados con su propio nombre, sin esconderlos. De este modo, el papa Francisco centró su homilía en el sacramento de la Reconciliación, durante la misa celebrada en la mañana de este viernes en la residencia Santa Marta. Confesarse, dijo, es ir al encuentro del amor de Jesús con un corazón sincero y con la transparencia de los niños; y no rechazando, sino más bien acogiendo la "gracia de la vergüenza", que hace percibir el perdón de Dios. Con la transparencia de los niños y aceptando 'la gracia de la vergüenza' que hace percibir el amor de Dios.     ROMA, 25 de octubre de 2013 Para muchos creyentes adultos, confesarse frente a un sacerdote es un esfuerzo insostenible --que a menudo conduce a esquivar el Sacramento-- o al punto de convertir un momento de verdad en un ejercicio de ficción. San Pablo, en su Carta a los Romanos --dijo el papa-- hace exactamente lo contrario: admite públicamente ante la comunidad que “en su carne no mora el bien". Presume de ser un "esclavo" que no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere. Esto sucede en la vida de fe, observa Francisco, cuando “quiero hacer el bien, el mal está junto a mí". "Y esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha cotidiana. Y no siempre tenemos el valor de hablar como Pablo habla de esta lucha. Siempre buscamos una forma de justificación: ‘Sí, todos somos pecadores’... y lo decimos así, ¿no? Esto se explica de una manera dramática: es nuestra lucha. Y si no reconocemos esto, nunca podemos tener el perdón de Dios. Porque si el ser pecador es ser una palabra, una frase, una manera de decir, entonces no necesitamos del perdón de Dios. Pero si se trata de una realidad que nos convierte en esclavos, necesitamos de esta liberación interior del Señor, de esa fuerza. Pero lo más importante aquí es que para encontrar el camino de salida, Pablo confiesa su pecado a la comunidad, su tendencia al pecado, no lo esconde". La confesión de los pecados con humildad es lo que "la Iglesia nos pide a todos nosotros", recuerda el santo padre, que cita también la invitación de Santiago: "Confiesen sus pecados entre ustedes". Sin embargo, "no para hacer publicidad --dijo, sino-- para dar gloria a Dios", y reconocer que es "Él quien me salva". Por eso, continúo, para confesarse se va donde el hermano, "el hermano sacerdote": es para actuar como Pablo. Ante todo --subrayó-- con la misma "eficacia": "Algunas personas dicen: ‘Ah, yo me confieso con Dios'. Eso es fácil, es como confesarse por correo electrónico, ¿no? Dios está ahí lejos, digo las cosas y no hay un ‘cara a cara’, no se da un ‘cuatro ojos’. Pablo confiesa su debilidad a los hermanos cara a cara. Otros dicen: "No, yo sí voy a confesarme", pero se confiesan cosas tan etéreas, tan en el aire, que no tienen ninguna sustancia. Y eso es lo mismo que no hacerlo. Confesar nuestros pecados no es ir a una sesión de psiquiatría, ni tampoco ir a una sala de tortura, sino que es decirle al Señor: ‘Señor, soy un pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que decirlo, sea también concreto. ‘Y yo soy un pecador por esto, por esto y por esto'". Concretizar, honestidad y también --añade Francesco-- una habilidad sincera de avergonzarse de sus propios errores: no hay sendas a la sombra, alternativas al camino que conduce al perdón de Dios para sentir en lo más profundo de mi corazón su perdón y su amor. Y aquí el papa dijo lo de imitar a los niños: "Los más pequeños tienen esa sabiduría: cuando un niño viene a confesarse, nunca dice una cosa general. ‘Padre, hice esto e hice aquello a mi tía, a aquel le dije tal palabra’ y dicen la palabra. Pero son concretos, ¿no? Tienen la sencillez de la verdad. Y nosotros siempre tenemos la tendencia a ocultar la realidad de nuestras miserias. Pero hay una cosa hermosa: cuando confesamos nuestros pecados en la presencia de Dios, siempre sentimos la gracia de la vergüenza. Avergonzarse ante Dios es una gracia. Es una gracia: "Yo me avergüenzo". Pensemos en Pedro, después del milagro de Jesús en el lago: 'Señor: aléjate de mí, que soy un pecador’. Tenía vergüenza de su pecado ante la santidad de Jesucristo". Fuente: http://www.primeroscristianos.com/index.php/noticias-del-papa/item/1423-ir-a-confesarse-no-es-ir-al-psiquiatra-ni-a-la-tortura-francisco
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    (Para leer el artículo completo, hacer click en el título) (Imagen de la izquierda: Supuesto retrato romano de Flavio Josefo. (wikimedia ) ¿Padeció bajo el poder de Poncio Pilato? De la existencia de Jesús de Nazareth no duda ningún historiador serio. Para el historiador especializado en culturas antiguas Michael Grant, ya fallecido, hay más evidencia de que existió Jesús que la que tenemos de famosos personajes históricos paganos. También James H. Charlesworth escribió: «Jesús sí existió y sabemos más de él que de cualquier palestino judío antes del 70 d.C.». E. P. Sanders en «La figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho sobre Jesús, bastante más que sobre Juan el Bautista, Teudas, Judas el Galileo y otra de las figuras cuyos nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y el mismo lugar». y F.F. Bruce, autor de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?», sostiene que «para un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César». «La muerte en cruz es el hecho histórico mejor atestiguado de la biografía de Jesús», señala a ABC Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca. Jesús no fue considerado como significativo por los historiadores de su tiempo. Si aparece en la literatura pagana y judía de la época fue por el empuje de los cristianos que le siguieron. «Ninguno de los historiadores no cristianos se propuso escribir una historia de los comienzos del cristianismo, y por esta razón sólo mencionan los acontecimientos que tenían alguna relevancia para la historia que estaban contando. Sin embargo, el valor de estos datos puntuales es muy grande», explica Guijarro en «El relato pre-marcano de la Pasión y la historia del cristianismo». El historiador norteamericano John P. Meier relata en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico» cómo «cuando en conversaciones con gente de la prensa y el libro (...) ésta fue casi invariablemente la primera pregunta: Pero ¿puede usted probar que existió? Si me es posible reformular una interrogación tan amplia en una más concreta como «¿Hay pruebas extrabíblicas en el siglo I d.C. de la existencia de Jesús? Entonces creo que, gracias a Josefa (Flavio Josefo), la respuesta es sí».
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    (Para leer el artículo completo, hacer click en el título) En una entrevista con el Corriere della Sera, que LA NACION publica en forma simultánea y exclusiva, Bergoglio habla de su revolucionario primer año al frente de la Iglesia. Un año ha transcurrido desde aquel simple  buona sera  que conmovió al mundo. El lapso de doce meses tan intensos no alcanza para contener la gran masa de novedades y signos profundos de la innovación pastoral de Francisco. Nos encontramos en un pequeño salón en Santa Marta. La única ventana da a un patio que abre un minúsculo ángulo de cielo azul. El Papa aparece de improviso por una puerta, con la cara distendida y sonriente. Se divierte con los varios grabadores que la ansiedad senil del periodista colocó sobre la mesa. "¿Funcionan todos? ¿Sí? Menos mal." ¿El balance de este año? No, los balances no le gustan. "Yo sólo hago balance cada 15 días, con mi confesor."
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    (Para leer el artículo completo, hacer click en el título) Las redes sociales ofrecen la posibilidad de seguir de forma sencilla y rápida grandes eventos como la JMJ de Cracovia. Francisco estará en Polonia del 27 al 31 de julio y, para no perderse ningún detalle de este viaje, vale la pena conocer los mejores tuiteros. Un perfil imprescindible es el oficial de la JMJ. Está en 9 idiomas y permite mantener contacto directo con la organización para recibir noticias, curiosidades y avisos. Además, ofrece información continua en otras redes sociales como Instagram o Foursquare, donde se comparten consejos y reseñas planes que se pueden hacer en Polonia. Además la cuenta del Papa en Twitter e Instagram se actualizará diariamente con sus mensajes y fotos de la visita. Sus seguidores aumentan considerablemente después de cada viaje. En la actualidad la cuenta de Twitter de Francisco en 9 idiomas suma casi 30 millones de seguidores. @ConElPapa fue la cuenta oficial del viaje del Papa a México y es uno de los perfiles más activos y originales para estar al tanto de lo que hace Francisco y sacar consecuencias prácticas para la vida diaria. También los obispos americanos han lanzado la cuenta "World Youth Day USA” (@WYDUSA) con propuestas especiales en Cracovia abiertas a todos los peregrinos en su "Mercy Centre”. Allí habrá catequesis, encuentros y mucha música. También vale la pena la cuenta Net for God @NetForGod, que propone vídeos y contenidos especiales para preparar la JMJ, especialmente en inglés y en francés. Hay muchas más cuentas interesantes: @CurasOnline y sus mensajes diarios que llegan a más de 50.000 seguidores; @BishopBarron, que siempre desafía con propuestas innovadoras, o @FOCUScatholic que propone buenos recursos para conocer mejor la fe. Además, Rome Reports realizará una cobertura especial de todos los actos en donde participe Francisco. Desde su viaje en avión hasta el anuncio de la sede de la próxima JMJ. Además de Twitter o Facebook, en YouTube encontrará resúmenes diarios de los principales eventos. Por supuesto, desde Primeros Cristianos también seguiremos la actualidad de esta próxima JMJ. Síganos en nuestra cuentas de Facebook y Twitter. También en inglés: Early Christians en Facebook y @1stChristians  en Twitter. El Papa llegará el miércoles 27 de julio a Polonia. Durante los casi 5 días que permanecerá allí visitará Auschwitz y los santuarios de Czestochowa y de la Divina Misericordia. También presidirá grandes eventos con los jóvenes como un Vía Crucis, una Vigilia de Oración y una Misa de clausura de la JMJ. Fuente: Primeros Cristianos.
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